Preservando pensamiento

Por Lya Ortiz* 

De paso en paso, pasan los años y se encuentra algo.

Una apertura a lo cotidiano, a lo inspirador, muchos de quienes se van tienen sueños de volver y los invito a no perderlos, a dentro de este acontecer criollo no dejar de pensar que por encima del alcahuetismo en el cual se convirtió la viveza criolla, aun existen personas que aún preservan el buen sentir que nos identifican.

Caminar por las calles de Caracas conlleva no solo una carrera de obstáculos, entre el metro y la inseguridad, sino que está acompañado de largos minutos de reflexión social. En mis pasos he llevado una especie de pensamiento fugaz, causado por las cosas que uno ve, como diría mi abuela, y cuando hablo de preservar pensamiento me remonto al no más espontáneo momento dentro del acabose que uno mantiene la esperanza.

Aprovechando la semana mayor, se pudieron ver ojos caídos y ojos alegres, donde entre uno más vivo que el otro, nuestro gentilicio no pierde la fe, aunque suene trillado, el que aún exista una sombra de humanidad dentro de nosotros es una gran bocanada de aire para quienes saben que nos ahogamos. Pero ¿cómo es posible que un pregonero de autobús tenga más corazón que el ciudadano de a pie? si es posible, entre los ciudadanos salvajes cansados de ser víctimas se han convertido en victimarios, no muy lejos de la aceptación y de quienes aún mantienen un estado de racionalidad, una voz de ALTO le puso un parao a quienes no saciaban su hambre de justicia. ¿Cómo llegamos aquí? Pude ver caras perdidas con las manos ensangrentadas.

La fe es un ejercicio diario de conciencia, que va de la mano con el perdón, pude concluir en las fechas santas, pero los mismo se convirtieron en principios, en los valores que consideramos perdidos, pues como perdonar a quien arremete contra tu seguridad, pero ¿cómo ajusticiar a quien tiene hambre como tú?. Preguntas más y preguntas menos que sobran en las conciencias, pues tenemos que tener claro que todo esto no lo hicimos nosotros, nos llevaron a eso. Muchos dirán que es ser optimista y esperanzador para dar un voto de confianza a quienes realizan tales fechorías, pero la extrema necesidad de una salvación no nos puede llevar a los puntos más extremos que se convierten en un punto sin retorno, no podemos negar a ver lo que nos mata.

La resurrección tal vez sea buena, tal vez sea lo que necesita nuestra sociedad, matar la falta de racionalidad y volver a ser quienes unas décadas atrás llegó a ser el buen venezolano, el vivo y buena gente, no el vivo porque quiere saber más que cualquiera y pensar que no pasará por go. Tal vez esa voz de ALTO haga falta, tal vez no la escuchamos, tal vez esa sea la voz que llame a casa a todos sus hijos que se fueron lejos a explorar y aprender por el mundo, esa voz será la que los haga regresar a enterrar su cuerpo cerca del mar de Venezuela.

Para aquellos que aún mantienen la firme esperanza de regresar y que la pierden con un click a las redes sociales, les tengo algo mejor, de todo un poco, de a poco nos convertimos en calimeros, sobreviviremos al no asfixiarnos en la crisis socio-económica sino también a la ambiental, donde los altos niveles calimerísticos (así de folklorico) están carcomiendo las mentes venezolanas y los lleva a los niveles más primitivos.


*Lya Ortiz, politóloga mención Relaciones Internacionales, venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela, que a partir de hoy se suma a los columnistas de nuestra página web, síguela en el Twitter: @LyaIssa. Preservando pensamiento será publicada en nuestra página web todos los jueves a partir de hoy. Te invitamos a leer lo que traerá Lya Ortiz en sus próximos artículos.