El duelo migratorio en personas mayores: Una mirada profunda
Rafael Mourad
El duelo migratorio en el adulto mayor: un viaje de dolor y esperanza
Emigrar a otra nación implica un complejo proceso de duelo para cualquier persona, pero este impacto emocional se exacerba de manera significativa en el caso de adultos mayores que deben reconstruir su vida lejos de su país natal.
Un extenso hilo de discusión reciente en una de nuestras cuentas en Twitter sobre experiencias de padres latinoamericanos que emigraron con sus hijos, nos permite asomarnos a esta multifacética problemática que va mucho más allá de la nostalgia superficial.
Sentimientos encontrados: la ambivalencia del duelo
En los relatos analizados se revela una amplia gama de sentimientos ambivalentes que dificultan la adaptación de los adultos mayores emigrantes. Por un lado, la tristeza lacerante, el desarraigo, la nostalgia paralizante por el pasado quedado atrás, la sensación de soledad y aislamiento en una tierra ajena donde se carece de redes de apoyo.
Estos factores pueden desembocar en severos cuadros depresivos, e incluso ideas suicidas según indican algunos estudios. Se añora la patria, los paisajes, olores y sabores de la infancia, las amistades de toda una vida. Rituales tan simples como tomar un café entre vecinos cobra un nuevo significado.
Por otro lado, también se expresan emociones positivas ante el reencuentro con los seres queridos que emigraron antes y la oportunidad de una vida más segura o estable. Surge cierto orgullo y esperanza por los logros obtenidos, que contrarrestan parcialmente la pena del desprendimiento.
Factores que agudizan el desgarro emocional
Más allá de la nostalgia, en el adulto mayor emigrante confluyen otras motivaciones psicológicas que exacerban el duelo migratorio cuando no se abordan de manera adecuada.
Por ejemplo, el miedo a enfrentar los retos de adaptarse a una nueva cultura, salir de la zona de confort y experimentar cambios drásticos en sus rutinas. La resistencia al cambio se intensifica en la vejez.
También pueden presentarse roces y tensiones al invertirse los roles familiares tradicionales, cuando los hijos asumen el papel de cuidadores de padres ahora dependientes. Esto genera angustia en los padres.
La falta de un propósito vital tras dejar atrás una vida construida con mucho esfuerzo durante décadas también impacta negativamente. La jubilación suele ser más difícil en una tierra extranjera.
Por último, las barreras idiomáticas y dificultades para construir nuevas redes sociales por factores como el transporte o la introversión, conducen al aislamiento que retroalimenta la depresión.
Recursos para aliviar el duelo migratorio
Aunque cada caso es único en función de su historia personal y el contexto, existen algunos recursos comprobados que pueden aliviar el duelo migratorio del adulto mayor cuando se aplican con paciencia y constancia:
- Apoyo emocional continuo de la familia cercana para contrarrestar la sensación de soledad.
- Psicoterapia especializada y grupos de apoyo entre pares para compartir experiencias similares.
- Estimular la participación progresiva en actividades sociales con otros adultos mayores.
- Fomentar aficiones e intereses que den un nuevo sentido de propósito y utilidad.
- Ayudarles a mantener contacto cercano con amigos y familiares en el país de origen.
- Considerar estadías temporales en el país natal cuando sea posible, para aliviar la nostalgia.
- Tener paciencia con el proceso y entender que la adaptación lleva tiempo.
- Consulta de medicamentos si hay trastornos mentales como la depresión y ansiedad.
El rol de los vínculos familiares
Dentro de este esquema de apoyo, los vínculos familiares cumplen un papel fundamental. Los lazos emocionales estrechos y la comunicación sincera con los hijos, nietos y demás parientes son un pilar que sostiene al adulto mayor en su duelo.
Lo ideal es que la unión familiar perdure pese a la distancia geográfica, expresada en gestos como visitas, llamadas, mensajes. También es vital dar al adulto mayor cierto grado de autonomía e independencia dentro de sus posibilidades, y no sobreprotegerlo.
Asimismo, es preciso entender que cada persona es un mundo diferente, con sus propios tiempos y modos de procesar el duelo. Presionar raramente es útil.
Con apertura y paciencia, la familia puede convertirse en un oasis emocional que suavice el desgarro en la psique del adulto mayor emigrante, sin importar cuántos años transcurran. Y si el regreso al país de origen es imposible, ayudarle a despedirse sanamente de ese sueño.
Porque en última instancia, el hogar ya no es un lugar físico. Son los afectos construidos y las memorias atesoradas en el corazón, lo único que nos acompaña mientras respiramos. Donde habite la familia, habitará siempre el espíritu del hogar.