La prolongada crisis humanitaria de Venezuela: una emergencia desatendida y desfinanciada
Rafael Mourad
Venezuela enfrenta una de las crisis humanitarias más severas y prolongadas de la región latinoamericana. Tras más de 7 años de contracción económica, hiperinflación, servicios colapsados y éxodo masivo, cerca de 7 millones de venezolanos necesitan asistencia urgente en alimentación, salud, agua, protección y otros servicios esenciales.
Sin embargo, esta emergencia de gran magnitud no recibe la atención ni los recursos que requiere de la comunidad internacional. El llamado del Secretario General de Naciones Unidas pidiendo redoblar la solidaridad con el pueblo venezolano ha caído mayormente en oídos sordos.
Los números hablan por sí solos. El Plan de Respuesta Humanitaria para Venezuela tiene una brecha de financiamiento del 86% a mediados de 2023. Solo se han recaudado 104 millones de dólares de los 720 millones requeridos, la segunda operación humanitaria más desfinanciada del mundo después de Camerún.
Esta tendencia no es nueva, sino que data ya de varios años. Entre 2021 y 2022 la asistencia humanitaria hacia Venezuela se redujo en un 10%, y se proyectan más recortes para 2023. La respuesta este año ha recibido solo 3/4 partes de los fondos obtenidos para la misma fecha en 2022.
¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Qué factores explican que una crisis que afecta a millones de personas dentro y fuera de Venezuela no logre atraer la atención y el apoyo financiero necesario? Son varios los elementos que confluyen para crear esta tormenta perfecta de desatención global.
Crisis económica sin fondo
El principal trasfondo es la propia debacle económica venezolana. Con una caída acumulada del PIB de más del 80% desde 2013, el gobierno enfrenta una escasez crónica de recursos fiscales y divisas para financiar sus propios programas sociales, y mucho menos una respuesta humanitaria.
Las sanciones financieras y petroleras impuestas desde 2017 también contribuyen a agravar la falta de fondos públicos para servicios esenciales. La hiperinflación rampante, que alcanzó máximos históricos en 2018, completa un panorama de colapso económico casi total.
El gobierno del presidente Maduro, aislado financieramente, depende cada vez más de la ayuda humanitaria internacional para aliviar el sufrimiento de los sectores más vulnerables. Pero esta cooperación ha sido insuficiente ante la enormidad de las carencias.
Los propios organismos de Naciones Unidas enfrentan limitaciones presupuestarias crecientes en un contexto global adverso, con crisis múltiples compitiendo por fondos escasos. Solo 13 donantes han contribuido al llamado humanitario de Venezuela en 2023, con EE.UU y la Comisión Europea aportando 2/3 partes del total.
Invisibilidad mediática
Otro factor clave es la escasa visibilidad e interés que suscita la crisis venezolana en la opinión pública y medios internacionales, a diferencia de emergencias en Medio Oriente y otras regiones.
La atención global se enfoca en guerras como la de Ucrania o desastres repentinos, mientras que crisis como la venezolana que se agravan lentamente tienden a volverse “invisibles”. ONGs enfrentan dificultades para recaudar fondos entre públicos donantes poco conscientes de la realidad país.
Esta invisibilidad se ve reforzada porque la mayoría de los migrantes venezolanos en la región, que superan los 5 millones, no se concentran en campamentos, sino que se dispersan en comunidades de acogida. Esta “crisis en cámara lenta” compite con enormes desventajas por fondos humanitarios globales limitados.
Fatiga de donantes
Luego de años de financiar programas de ayuda en Venezuela, es comprensible que cierto agotamiento y fatiga se instale entre los donantes tradicionales, que deben atender múltiples crisis alrededor del mundo con presupuestos restringidos.
La sensación de que no se vislumbra una solución cercana a la compleja crisis venezolana tampoco contribuye a mantener un alto perfil de la emergencia entre políticos y cooperantes. La atención y los recursos fluyen más fácilmente hacia crisis agudas de rápida resolución.
Tensiones geopolíticas
El conflicto político latente entre el gobierno de Venezuela y países como Estados Unidos y la Unión Europea también se filtra al terreno humanitario. Si bien la ayuda a poblaciones vulnerables debería estar blindada de disputas ideológicas, en la práctica estas tensiones impactan.
Las sanciones existentes, por ejemplo, han sido calificadas de “demasiado amplias” por el Relator Especial de la ONU, generando efectos indirectos negativos sobre la economía y el acceso a bienes esenciales. Su levantamiento parcial podría ayudar a canalizar más recursos públicos hacia servicios sociales y aliviar necesidades.
Otros gobiernos son reacios a financiar una respuesta humanitaria que podría ser capitalizada como logro político por el gobierno de Maduro. Estas sensibilidades geopolíticas se interponen al imperativo ético de asistir poblaciones vulnerables sin distingo político.
Retos operativos internos
Por otro lado, las propias dificultades de acceso y para implementar programas en el terreno también desalientan a algunos donantes. Si bien el gobierno impuso algunas restricciones puntuales durante el Covid, hoy en día se permite un acceso humanitario más libre, con más de 150 agencias activas en el país.
Pero retos importantes permanecen, como la escasez de combustible, fallas de servicios básicos como electricidad y agua, y debilidades institucionales gubernamentales para facilitar la entrada de ayuda. La crisis misma del personal médico venezolano, con el éxodo de miles de trabajadores de la salud, complique aún más la respuesta.
Superar estos obstáculos operativos requiere mantener el diálogo pragmático entre agencias humanitarias y autoridades. Pero no deberían ser una excusa para que la comunidad internacional le dé la espalda a millones de venezolanos vulnerables.
Impactos de la desfinanciación
Los efectos de esta desatención global a la crisis humanitaria venezolana ya se hacen sentir. Con solo un 14% de fondos disponibles a mitad de año, los programas existentes enfrentan severos recortes y déficit.
Por ejemplo, la brecha en el sector Salud limita gravemente la capacidad de proveer tratamientos y medicinas a pacientes con enfermedades crónicas, vacunas a niños, o servicios maternales a embarazadas. El personal médico ya escasea, y ahora también los insumos básicos.
Los programas de educación también se ven comprometidos, con potenciales recortes a la alimentación escolar y otros servicios esenciales para niños. Más de 1.4 millones de estudiantes quedan en riesgo si esta brecha no se cubre.
La vida y seguridad de mujeres, niñas y adolescentes tampoco recibe fondos suficientes, con grandes déficits en iniciativas para prevenir y atender la violencia de género. Los niños son particularmente vulnerables en esta crisis.
En definitiva, son millones de venezolanos de por sí marginados los que quedarán desprotegidos ante enfermedades, desnutrición, violencia y otras amenazas si la actual desfinanciación persiste. Sus necesidades básicas no reciben la prioridad que deberían entre gobiernos donantes.
Llamado urgente a la acción
Las agencias humanitarias enfrentan el dilema ético de tener que priorizar cada vez más sus intervenciones ante la escasez de fondos. Pero toda vida humana debería recibir igual consideración.
Cada dólar no invertido en Venezuela se traduce en sufrimiento evitable para sus gentes. Los costos de la desatención serán mucho mayores al largo plazo si la crisis continúa intensificándose.
Se requiere con urgencia un llamado ético y político a la acción que despierte las conciencias globales sobre esta olvidada emergencia. Los líderes mundiales, la sociedad civil internacional y los medios de comunicación tienen una responsabilidad particular en visibilizar y exigir respuestas a esta crisis.
Venezuela necesita y merece la misma solidaridad que se canaliza rápidamente hacia otros países en crisis. Las agencias humanitarias están listas para responder, pero necesitan el apoyo financiero para implementar los programas que salvan vidas.
Como afirmó el Secretario General de la ONU, António Guterres, “debemos unirnos para ayudar y apoyar al pueblo venezolano”. El sufrimiento de millones de personas no puede seguir desatendido. Es tiempo de actuar.